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Terminando la Cuaresma con Fidelidad: ¿Qué tipo de administrador es usted?

  • 12 abr
  • 3 Min. de lectura

Actualizado: hace 7 días

Los 40 días de Cuaresma están por terminar. Esperamos que durante este tiempo haya profundizado su relación con el Señor a través de la oración, el ayuno y la limosna, y haya podido discernir hacia dónde lo está guiando Dios.


Si sus prácticas cuaresmales no han estado a la altura de sus buenas intenciones del Miércoles de Ceniza, aún está a tiempo de aprovechar estas últimas dos semanas para mejorar. Y una forma de hacerlo es esforzándose por ser un buen administrador.


Todo lo que tenemos proviene de Dios, y muchas veces lo sabemos con la mente, pero no ha llegado a nuestro corazón ni a nuestras acciones. Piense en la dirección a la que el Señor lo está guiando: ¿incluye cómo maneja sus finanzas, cómo utiliza las 24 horas del día que todos tenemos, cómo pone en uso los talentos que Dios le dio?


¿Es usted un administrador de estas bendiciones o simplemente un consumidor de ellas?

El Catecismo de la Iglesia Católica contiene muchos pasajes hermosos sobre nuestro llamado a ser buenos administradores:

En el plan de Dios, el hombre y la mujer tienen la vocación de "dominar" la tierra como administradores de Dios. Este dominio no debe ser arbitrario ni destructivo. Dios llama al hombre y a la mujer, creados a imagen del Creador "que ama todo lo que existe", a compartir su providencia hacia otras criaturas; de ahí su responsabilidad por el mundo que Dios les ha confiado. (CIC 373)

Dios nos ha confiado su mundo y, como administradores, tenemos la obligación de ser buenos administradores en TODO, incluyendo el uso de nuestro dinero y posesiones. Todo lo que tenemos está prestado y realmente le pertenece a Dios. Esta visión del llamado a la administración va en contra de lo que nos enseña el mundo.


Vivimos en un mundo dominado por la publicidad. Los anuncios nos dicen que debemos obtener todo lo que queremos, cuando lo queremos, porque lo merecemos (¡y porque ellos quieren vendernos algo!). La mayoría de la publicidad busca que nos sintamos incompletos si no compramos lo que ofrecen. Nuestra cultura nos bombardea casi sin parar con mensajes de consumo. Incluso pagamos más por ropa que lleva logos publicitarios.



Administrador vs. consumidor

Muchos anuncios ni siquiera explican el producto que quieren vender. ¿Cuántos comerciales de autos hablan de seguridad, confiabilidad y economía? En cambio, muestran una pareja besándose bajo la lluvia con el auto de fondo o un grupo de amigos cantando cómodamente en el asiento trasero.

Los programas de televisión más populares son reality shows donde los concursantes buscan ganar grandes premios y viajes exóticos.


Si tan solo tuviéramos “eso”, más dinero, más viajes, ese auto… entonces seríamos felices. Pero no importa cuánto tengamos o compremos, nunca encontraremos la plenitud que solo proviene de Dios.

El problema está en nuestra actitud cuando las cosas materiales se vuelven más importantes que Dios. La sociedad nos dice que solo las cosas nos llenan y nos hacen felices. Al creer esto, reemplazamos a Dios por ídolos materiales.


Nuestra actitud hacia el dinero y los bienes puede ser el reflejo de nuestro corazón. El dinero puede acercarnos más a Dios o alejarnos. Usarlo sabiamente, con la actitud correcta, traerá muchas bendiciones. Si damos, ahorramos y gastamos de una manera que agrada a Dios, nos acercamos más a Él. Si somos infieles con lo que tenemos, nuestra relación con Él sufrirá.


La verdad es que no se trata del dinero... se trata del cambio. El cambio del corazón cuando aprendemos a seguir el ejemplo de Jesús, el administrador perfecto.


Jesús pasó 40 días en el desierto antes de comenzar su ministerio. Fue tentado con comida, poder y fama, pero no cayó. Él conocía su misión del Padre y sabía que esas tentaciones lo desviarían de ella. Toda su vida apuntaba al Padre, y así debe ser la nuestra. Jesús nos llama a ser administradores de las bendiciones que Dios tiene para cada uno.


Nuestro compromiso como administradores debe siempre apuntar al Padre, tal como lo hizo Jesús.

“Los fieles deben distinguir cuidadosamente entre los derechos y deberes que tienen como miembros de la Iglesia y los que les corresponden como ciudadanos. Procurarán armonizar ambos, recordando que en toda actividad temporal deben ser guiados por una conciencia cristiana, ya que ninguna actividad humana, por más secular que parezca, escapa del dominio de Dios.” (CIC 912)

Nuestra vida es un equilibrio constante entre la cultura secular y la fe.


Tómese un momento para contemplar las muchas formas en que Jesús fue el administrador perfecto y considere cómo puede usted mejorar en su propia administración personal haciéndose estas preguntas:

  • ¿Cómo equilibra las exigencias del mundo con su vida de fe?

  • ¿Cuál es su mayor desafío para vivir como un verdadero administrador cristiano?

  • ¿Cómo reconoce la soberanía de Dios sobre lo que posee?

  • ¿Cómo practica la virtud del contentamiento en medio de un mundo materialista?


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